El plasma rico en plaquetas (PRP) es un tratamiento estético que utiliza las propiedades regenerativas de tu propia sangre para mejorar la apariencia de la piel. Se extrae una pequeña cantidad de sangre del paciente, se procesa para concentrar las plaquetas y se inyecta en áreas específicas del rostro. Este tratamiento es conocido por sus efectos rejuvenecedores, mejorando la textura y el tono de la piel, y estimulando la producción de colágeno.
El PRP se realiza para tratar signos de envejecimiento, como arrugas finas, líneas de expresión, y pérdida de firmeza en la piel. Es especialmente efectivo para personas que buscan una solución natural, utilizando su propio plasma para estimular la regeneración celular. Este tratamiento también se utiliza para mejorar cicatrices de acné y aportar luminosidad a la piel apagada.
Los riesgos del PRP son mínimos, ya que se utiliza el propio plasma del paciente, lo que reduce significativamente las posibilidades de reacciones alérgicas. Sin embargo, es posible experimentar enrojecimiento, hinchazón o moretones en el lugar de la inyección, que suelen desaparecer en pocos días. Como en cualquier tratamiento, es fundamental que lo realice un profesional capacitado para minimizar estos riesgos.
Este tratamiento debe ser realizado por un medico especialista. En los días previos al tratamiento, evitá el consumo de alcohol y tabaco, ya que pueden afectar la calidad de tu plasma. También es importante mantener la piel limpia y libre de productos irritantes antes del procedimiento.
El procedimiento comienza con la extracción de una pequeña cantidad de sangre, similar a un análisis de laboratorio. Luego, la sangre se procesa en una centrífuga para separar el plasma rico en plaquetas. Este plasma se inyecta en las áreas a tratar del rostro utilizando agujas finas. El procedimiento es relativamente rápido y suele durar entre 45 minutos y una hora.
Los resultados del PRP no son inmediatos, ya que el proceso de regeneración celular lleva tiempo. Generalmente, los pacientes comienzan a notar mejoras en la textura y firmeza de la piel en un plazo de tres a cuatro semanas, con resultados que pueden durar varios meses. Para mantener los efectos, se recomiendan sesiones de mantenimiento cada seis meses a un año, dependiendo de las necesidades de tu piel.